Siglos XVI-XVIII

Ya a mediados del siglo XVI entra Alarcón en un periodo de decadencia, consecuencia de varias causas: el final de las guerras interiores y el valor relativo de las fortalezas y castillos, el cambio de la nobleza que va dejando sus castillos y se hace cortesana, los hidalgos que emigran al Nuevo Mundo o se establecen en las aldeas para atender sus propiedades,… Es este un periodo de crecimiento y desarrollo de las aldeas que enseguida superan en población a Alarcón, que queda reducido a un centro administrativo casi despoblado.

Hasta finales del siglo XVI el Picazo se componía de unas pocas casas de huertas, dos molinos harineros en el río, un mesón en la plaza, algunas casas alrededor de la iglesia y poco más. Formaba parte de los términos de la villa de Alarcón y dependía del marqués de Villena, que nombraba a los alcaldes y demás autoridades.

A finales del siglo XVI y a lo largo del XVII se va trasladando al Picazo la mayor parte de los hidalgos de Alarcón y Tébar y aquí construyeron sus casas señoriales de las que se conservan las más importantes.

Así aparecen los Morales, Cardos, Granero, Carrillo, Peralta, Montoya, Villanueva, Portillo, Ruiz de Monsalve, Peñaranda, Mondéjar, Alfaro, etc.

A mediados del siglo XVIII, según el catastro del Marqués de la Ensenada (1752), el Picazo tiene una población de 281 vecinos, 1080 habitantes y supera ampliamente a Alarcón, aunque mantiene su dependencia administrativa.